Cides

El 29 de septiembre de 1976 nacía oficialmente esta Comparsa con olor y sabor a estepa castellana, estableció Directiva el primero de octubre siguiente, siendo su Primer Presidente D. Ángel Sáez Perales y su primer Delegado D. Emilio Linares García. El 13 de febrero de 1977 celebrarían su “Creuà”.

El Traje es un boceto de D. Luís Solbes sobre ideas de los mismos componentes, basadas en documentación y visitas a museos y archivos específicos del tema, naciendo de igual modo el escudo y las armas. La Primera Abanderada fue Dª. Matilde Fernández Palomo y su Primer Capitán D. Lorenzo Gómez Bornay.

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La publicación y puesta en práctica de los estatutos que crean la actual Comisión de Fiestas, de algún modo, aunque intérpretes del criterio general que seguían nuestros festejos, consolidan y canalizan una normativa y un modo de ver el futuro de los Moros y Cristianos, quizá, hasta cierto punto, aunque suene redundante, volviendo a beber de lo que nuestra vecina localidad alcoyana nos ofrecía como bueno.

En el futuro y a partir de 1977, todos los atuendos, heráldica, iconografía, etc., en virtud del artículo 73 de los mencionados estatutos, deben adaptarse a los tiempos de la mal llamada Reconquista, siendo preceptivo el informe del Asesor Artístico de la Comisión. Es un modo de dar verosimilitud a la Fiesta, entendiéndola como una dramatización de unos determinados hechos que, siempre, con matices, pretendemos conmemorar, por lo cual se elige un determinado “atrezzo” y una definida coreografía. Aunque, dicho sea de paso, habría que estudiar si lo sacrificado en muchas poblaciones persiguiendo ese propósito, no ha dañado el fundamento mismo de la Fiesta.

Los Cides, pretenden recrear anualmente aquella considerable influencia, que aquel famoso guerrero o mercenario tendría sobre las tierras levantinas en el siglo XI. Durante décadas, actuó como dueño y señor, prácticamente poseyó una gran parte del territorio, teniendo quizá su punto más al sur en la famosa “Penyacadella”.

Caprichosamente esquilmó con impuestos y exigencias a los habitantes de su zona de influencia, y el resto, se vio convertido en destino de sus incursiones de rapiña, “razzias”, como seguramente fue el caso de la o las pequeñas alquerías, caseríos o lo que hubiese a los pies del Teixereta, las cuales habrían de dar lugar al futuro Ibi. En las páginas de historia refiero los hechos de armas del Cid, sus tensiones con el creciente poder almorávide y algún dato que se relaciona, o pudiese estar relacionado con estas comarcas.

Sin duda es ésta una de las comparsas que acota y define con más claridad, la traslación a la Fiesta de la mitología social que la sustenta. El ideal del guerrero archicantado por juglares y trovadores de todas las épocas, ensalzado y maximalizado, fundamentalmente como consecuencia de la proyección literaria que tuvo, desde las más variadas procedencias, entronca con la construcción misma de nuestra sociedad y la cultura castellana, importada por clara colonización cultural.

A pesar de ello, en 1978, aparecía en la revista de fiestas, un artículo de Joan Verdú, cuyo extraordinario trabajo nutre abundantemente las páginas de este libro, en el que se refiere a esta comparsa, confundiendo, a mi modo de ver, en gran parte, el sentido histórico de la Fiesta de Moros y Cristianos.

Esta Fiesta es, en sí, una cultura, o si se prefiere, un manifestación cultural. Encerrarla en un hermético cauce en aras de validar el espectáculo puede ser peligroso, ya que corremos el peligro de transgredir su misma esencia. La Fiesta nace en el seno de una sociedad, a través de siglos, es o debiera ser reflejo y código de todas las incorporaciones culturales de su existencia. Las comparsas y su estética son referentes de la semántica expresa de esa sociedad, entendida como una comunidad desde su nacimiento hasta hoy. No es una película o una obra de teatro, que representamos en ella calle, con una determinada y puntual trama argumental, ese es, simplemente, el vehículo comunicador, pero no su fin en sí.

Ajustarnos a la realidad, al hecho o al personaje histórico, sí, pero trasladado a nuestra estética, nuestras soluciones, nuestra mentalidad, nuestros mitos en la calle, entendiendo el modo como nuestros abuelos y como nuestros pensamientos actuales sienten y entienden esa realidad. No podemos perder las características de expresión social que la misma Fiesta ha generado durante siglos. Contrabandistas, Maseros, Guerreros, Argelianos, Tuareg, Beduinos en Ibi, o Cordoneros, Magenta, Tomasinas en Alcoy, Moros Grocs en Castalla, Marinos, Vizcainos, Estudiantes en otros sitios, son el resultado de la expresión cultural de un pueblo que crea la Fiesta como un espejo de su cultura, de sus costumbres, de sus ilusiones, de sus alegrías y sus miedos.

La Fiesta siempre fue el modo como el pueblo escenificaba la lucha del bien contra el mal, y esa lucha tuvo a lo largo de los siglos muchas caras y protagonistas distintos.

La Comparsa Cides fue rigurosa en su planteamiento, incorporó símbolos e iconografía, expresando lo que ellos entendían había de ser su agrupación, quiso señalar una serie de aspectos sin perder rigor y estética, y puede que determinado elemento no refleje exactamente el que se vio en la época del Cid, y más bien sea fruto de una conceptualización posterior, quizá alguna de las fuentes consultadas tengan un origen más cultural que histórico, pero eso es, a menudo, más que el dato erudito, lo que comunica a una sociedad con su medio. Para mi, es una de las ambientaciones más afortunadas de los Moros y Cristianos de Ibi.

Ya comenté cómo, en el seno de los Almogávares, surge un grupo de amigos que pretender aportar sus propias ideas a nuestras Fiestas, recibirían la incorporación de otros posibles miembros y, finalmente, el 29 de septiembre de 1976, la Comisión de Fiestas aprobaba la creación de la nueva comparsa cristiana.

El primer día de octubre, se reúnen todos los componentes de forma oficial, a fin de establecer la Directiva. El cargo de Presidente recae en Angel Saez Perales y el de Delegado en Emilio Linares García.

El resto de componentes que se comprometen a realizar las tareas directivas son: Joaquín Rico Marco, Teodoro Gómez, Rafael López Navarro, Rafael Beneyto Martí, Domingo Soto González, Pedro Pérez Ruiz, Remigio Vilaplana Espinos, Alejandro Roca García, Miguel Climent Campos, Manuel Gómez Suárez y Antonio Cruz Robles.

En esa primera reunión, también se concreta el nombre entre varios que se habían estado barajando: Templarios, Caballeros del Cid o Cides. Finalmente, como resulta evidente, se optó por este último.

Algunos miembros de la futura comparsa acuden a distintas fuentes a fin de recabar información: Archivo de Aragón, Casal de San Jorge y otros. Encargándose el boceto del traje al alcoyano Luis Solbes Payá.

Los colores distintivos son el verde latino, color de su túnica, y el oro viejo, el de su capa. Se complementa el traje con una cota de mallas de cuerpo completo, casco de bronce y correaje de cuero armado de cabezas de clavos de bronce. Los bordes de las mangas, cuello y falda están recorridos también por una cenefa con cabezas de clavos. Sus armas son maza de combate y espada, “Tizona”, que están representadas en el escudo de armas, en cuyos cuatro cuarteles además, incluyen las cuatro barras valencianas, un grifo rampante como símbolo de bravura, una cruz roja sobre fondo blanco significando su fe y en el restante una torre como referencia a su procedencia castellana. Un escudo de metal triangular completa sus armas.

La primera Abanderada fue Matilde Fernandez Palomo, previa autorización de su padre Alejandro Fernandez, la cual llevaría la primera bandera que fue bendecida ese mismo año de 1977.

En ese 1977, el 13 de febrero, se celebra la primera “Creuá”, con un almuerzo seguido de pasacalle. La comparsa está integrada fundamentalmente por componentes jóvenes, la edad media ronda los 28 años, tras su primer año de vida, estaría compuesta por un censo de 29 festeros.

En l’Avís aún no tienen a punto el traje, reservándose pues la aparición del mismo para las Fiestas Mayores. En la Exaltación festera, es donde se muestra por vez primera un traje completo con casco y otro más informal definido como de calle, éste se complementa con un gorro redondo. La introducción de los mismos corrió a cargo del Presidente Angel Saez Perales.

Los Cides hacen su primera aparición pública en la Diana, aquella Diana de media mañana que se celebraba entonces, que el sol hacía radiante en aquel desconcertante septiembre. Dice la comparsa en un artículo escrito por ellos mismos: Empezaba a cumplirse nuestro sueño, aquella brillante mañana de septiembre. El sol quiso unirse a nuestra manifestación de alegría y colorido. Nos acompañó con un cielo resplandeciente y luminoso, que hacía nuestra presentación ante el pueblo de Ibi, más brillante y a la vez más festiva.

Pero como ya he mencionado al relatar otras comparsas, la tarde de ese día de la Entrada, aquel año, se tornó gris y oscura, amenazante y plomiza, para reventar finalmente el cielo y dejar caer un verdadero diluvio que, sin remisión, obligo a suspender el acto.

Pero una historia de Fiesta jamás debía tener un mal final, y en esa ocasión, efectivamente, no la tuvo. Desde su inicio se reanudó el acto por la noche y constituyó un verdadero éxito de brillos y colores. Hasta tal punto que la experiencia se repetiría en siguientes años.

Curiosamente o quizá no tanto, la ilusión que nace es como una aurora que brota a borbotones, temperamental y entusiasta, impregnando todo el cielo a sacudidas de color dorado y rojo, como si la sangre que fluye en las entrañas de la tierra se reflejase en la cúpula celeste. Tanto es así, que los Cides seguirían con esa tradición de obtener el premio a la mejor comparsa del bando, en el primer año de su vida. Repetiría en 1978 para dejar constancia que no había sido una casualidad.

La Comparsa Cides, así como aquellas otras cuyo traje significaba un relativo desembolso, habría de verse perjudicada en los sucesivos años posteriores, en los que la recesión económica nacional y la profunda transformación industrial que Ibi abordó, afectó notablemente a nuestra localidad y motivaría un periodo de transición, un tanto titubeante y controvertido, desde las originarias y arcaicas estructuras del juguete, al milagro que hoy conocemos en nuestra localidad. Otras comparsas, cuyo traje resultaba más asequible, fueron destinos más fácilmente asimilables para las nuevas incorporaciones. No obstante, una enorme fidelidad al proyecto y a la idea, ha conservado esta comparsa y ha conseguido que en estos últimos años se vea felizmente incrementado su censo, si no de forma masiva, cuando menos, acercándose a una situación más cómoda y sostenible.

De cualquier modo, los Cides tuvieron la virtud de convertirse en un grupo de amigos, juntos vivirían muchos de los momentos importantes de su existencia. Sus colores entroncaron definitivamente en su cotidianeidad, hasta somatizarlos como parte de su vida. Tomaron iniciativas, convivieron, organizaron actividades, como por ejemplo aquellas tiradas al plato a comienzos de los ochenta. Su conocido local en la calle Santa Rita fue siempre lugar en encuentro festero, donde la alegría es terapia usual para los males del día a día.

En 1980, celebran su primera Capitanía, asumida por uno de sus fundadores, Lorenzo Gómez Bornay que coincidió, evidentemente, con la primera de los Tuareg, celebrándose, para conmemorar ese hermanamiento festero, una cena medieval en el Teatro Salesiano.

Dos años después, con la llegada del nuevo Ayuntamiento, del que el PSOE toma las riendas, el que fuese primer presidente, Angel Saez Perales, recibía el nombramiento de Concejal Delegado de Fiestas. Se habría también una nueva etapa en la Comisión que, igualmente, cambiaba su cúpula.

En 1983, la cena de la noche en que la Comisión inaugura oficiosamente el alumbrado, se celebra en la sede de los Cides, un “soparet a escoti”, el cual viene a cortar un tanto, ese ritmo frenético que acometen los responsables festeros, y hace llegar los acordes deseados de la música festera a la población que, aunque en silencio, siempre permanece expectante.

Capitanías carismáticas y con gran solidez e implicación festera, todas las que esta Comparsa promovió, no olvidemos su segundo Capitán, Joaquín Rico Marcos, un hombre cuya sonrisa presidió todas las apariciones de esta comparsa, “el roxet de la rambla”, para unos, “el pare”, para otros.

Me referí a esta Capitanía en la crónica, resaltando su humanidad y la loable participación de todos los cides, en la elaboración de sus boatos y demás complementos de los cargos, tanto al tratarse de un Capitán como de una Abanderada:

El Capitán Cristiano, dije, arrancaba ilusionado y casi trémulo para entrar a formar parte de nuestra historia festera con su traje, su acompañamiento y sus aperos de Cid Campeador.

Hay algo destacable en ambas Capitanía – a Cides y Tuareg me refería -, es el intento de reducir gastos utilizando el ingenio, sustituyendo soluciones caras por otras brillantes. Esto es algo muy importante, porque se enmarca precisamente en el conocimiento general de que hay necesidad de reducir a toda costa los gastos festeros, en una lucha sin cuartel a que esta manida crisis nos obliga, para conseguir unas fiestas populares y con menos prejuicios.

María del Carmen Cuenca Ayala, Abanderada en el año 1988, estrenaría la nueva y actual bandera, la cual habría de ser bendecida ese año en nuestra Iglesia Parroquial, apadrinada por los jóvenes Froilán Giméno Valero y María del Pilar Soto Vidal.

El tercer Capitán sería Angel Saez perales, siguiendo con lo dicho para el anterior, hombre no menos conocido y carismático, implicado en la Fiesta y en su comparsa, ocupando múltiples cargos y responsabilidades festeras, no sólo en la Comisión, sino, como se vio, en el Ayuntamiento. Es miembro del Consejo Asesor. Realizó una espléndida puesta en escena de su Capitanía, en cuya Entrada repartiría una hoja explicativa, cuyo contenido transcribo en parte:

“El buen Cid que ciñó espada en buena hora” levanta el cerco de la vencida Liria y con el corazón henchido de gozo, se dispone a reunirse con su señor Alfonso, “al que siempre ha de servir, mientras su alma aliente”.

Buen Cid, “que buen vasallo, si buen señor hubiese”.

En la primavera del año 1092, el buen Cid rodeado con el pendón de la Cristiandad, el de Castilla, León y Valencia, se dirige a pie a rendir pleitesía a su señor. Vedle caminar junto a Minaya Alvar Fáñez y Pero Bermúdez, sus indómitos capitanes.

Y a sus espaldas Al Mutain, rey de Zaragoza; Al-Kadir, rey de Valencia; Suleyman, rey de Lérida, Tortosa y Denia; Ibn Racín, rey de Albarracín; Ibn Muhammad, rey de Alpuente e Ibn Labbun el de Morvedre…

… Robustas mulas, excelentes palafrenes, ricas armas, corredores caballos, lujosas capas, mantas y pieles…

Babieca, Tizona, Colada, en fin toda la mitología del famoso guerrero, encontró su lugar en este desfile.

Ese año, los Embajadores de los últimos años, habíamos intercambiado los papeles para despedirnos de la población. El que entregó las llaves al Capitán Angel Saez Perales, fue Martín Bonillo Medina. Por cierto, ese año los dos Embajadores ibenses, representamos nuestra Embajada ante muchos miles de personas en la Expo sevillana, con Entrega de llaves incluida y en un castillo construido por un artesano local. Tras todo ello cederían los puestos a dos nuevos Embajadores, uno de ellos el cristiano, Ricardo Mora Bernabeu, miembro de esta comparsa.

Este jovencísimo Embajador se distinguiría no sólo en su papel central, sino también en otras muchas facetas del mundillo festero, como por ejemplo las emisiones radiofónicas que junto a su oponente Miguel Angel Masegosa, organizarían varios años. Saludé el nuevo nombramiento con el siguiente poema:

El tañido quedo
de un campanario imaginado.
En este jardín
sólo florecen las brumas.
Los cascos de los caballos
trastabillean al pisar
las pocas piedras
de una planicie sin alma.
Alguien ha hechizado el sol,
las cruces rojas
desdibujan las puntas
en los escasos
reflejos acrisolados.
Un silencio de acero
recoge el pálpito de los metales.
Encontraremos
la bondad de estas tierras
aunque haya que poner
montañas y bancales
boca abajo.
Que se acerca
la hora más larga
de todas las horas
y pronto los valles
abrirán sus ventanas
al asombro y la dicha.

En el año 1992 vuelven a conseguir el premio a la mejor comparsa del bando cristiano.

El 11 de diciembre de 1993, en el restaurante “El Picaor”, y con asistencia de autoridades festeras se celebra “la Creuá” de los Cides, habría de tener una especial significación, al otorgársele el nombramiento de socio de honor a Angel Brotons Martínez. Una voz de la comparsa recuerda la frase pronunciada por él: “Qui son estos de verd?”, la cual reclamaría su interés por esta comparsa y ya desde ese instante a ella se sentiría ligado. Los Cides le dedicarían unos simpáticas líneas:

Generoso caballero
con bigote y gracia más
Narra sus chistes, alegre
sin prisa y sin parar.

Emprendedor negociante
y luchador mucho más
entre nosotros se encuentra
este cide tenaz.

Nuestra alegría y afecto
te queremos testimoniar
con este sencillo poema
y un presente para guardar.

Los Cides se suman a la tendencia general a incorporar mujeres oficiales a su comparsa, en un principio son pocas, es cierto, en esto siguen más o menos los parámetros de la mayoría, siendo su traje idéntico al de los hombres.

En 1997, los directores de todos los centros de investigación del juguetes en el mundo, fueron acogidos por esta comparsa, el día que se encontraban celebrando su “Creuá”, dándoles la oportunidad de experimentar el olor y el sabor verdadero de nuestros Moros y Cristianos. Todos ellos firmarían en el libro de oro de nuestra Comisión de Fiestas.

Pero es de nuevo, año de Capitanía, la última que ostentarán en el siglo, asumida por Manuel Gómez Calcerrada Suárez, el evento vale la pena comentarlo y por supuesto, vale la pena que queden distintos aspectos escritos para la posteridad. Causa baja el Sargento Cristiano, Manuel Guillem Martínez, ofreciéndose para sustituirle Vicente González Quintana, miembro de esta comparsa. En principio se trataba de un ofrecimiento transitorio por ser, precisamente, su año de Capitanía, pero habría de consolidarse para años venideros, cuando paladeó la pólvora y el regusto de azufre en la batalla que Ibi ofrece a su Madre. Cuando sintió la mañana de la Diana acariciar las mejillas y reventar el corazón, ante la atenta mirada del sagrado bronce y las marchas arañándole la espalda. Esos rayos que se zafan de los primeros desperezos solares, se clavan en color y música hacia lo más hondo del pecho, sin duda, Vicente, se sintió cautivado por la inmensa dimensión festera de tan especial cargo.

El 19 de julio de 1997, sábado, en el seno del guión de actos preparado para el año de Capitanía, se organizó un concierto de la Banda de Llosa de Ranes, en el cual se lleva a efecto la presentación de las marchas cristianas “Manolito Capitá”, original de Vicente Vercher, y “Treinta Cides”, escrita por Darío Giner, bajo la dirección de Serafín Martínez. Asimismo reparten una hoja a modo de antiguo “aleluya”, con unos versos referidos a la comparsa:

AL NOSTRE CAPITÀ
“Ja apleguen els cavallers
de Mio Cid a desfilar
amb orgull i valentia
i sense cap pesar.

Venen de tota Castella
València volen conquistar.
No tenen por a la mort.
No tenen por per a lluitar.

No es troben indefensos.
Segurs, estan de triomfar
la victòria esl espera,
la glòria per arribar.

No temen les espases
ni les fletxes ni el cridar.
Defensen la Creu beneïda.
Defensen la seua dignitat.

Vestirem gales de festa.
Sonarà la marcha reial.
Menjarem bon mannà
i a la fi podrem ballar.

¡Vixca la festa! Cridava
la canalla molt jovial
¡Vixca la festa, senyors!
¡Vixca el nostre capità!

Manolito li diguerem tots.
Celebrem sense parar.
Recordem aquests dies
que no podrem oblidar.

Fernando Casanova

Dije en la crónica de ese año: Extraordinariamente compactada desfiló la Comparsa Cides que, de principio a fin, fue un aula de ingenio y estímulos que nos remitían a un sueño de castillos y monasterios medievales, cierran la comparsa con su Abanderada precedida por una hilera de campanas doblando sin parar.

Manuel Gómez Calcerrada lucía en su capa los escudos de cada una de las comparsas, como simbolizando que era el Capitán de todos y a los sones de “l’Embaixador Cristià”, una marcha, en esa fecha, rabiosamente de moda.

Participaron en aquel desfile: 4 escuadras femeninas con 56 mujeres, 2 masculinas con 24 hombres, 88 personas en los boatos, un total de 168 integrantes, entre ls que marcharon 3 carrozas, todo ello conducido por 6 bandas.

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