1996 Crónica

Decía Manuel Azaña que en España la mejor manera de guardar un secreto es escribir un libro. Si esto fuese cierto al pié de la letra, imaginen ustedes la disposición anímica de un cronista, al que le falta poco para cumplir sus bodas de plata como tal, y que se dispone a abrir unas cuartillas dispuestas a ser maltratadas por una pluma, quizá demasiado apasionada, con la esperanza de que sirvan cuando menos, para dejar constancia de un acontecimiento casi imposible de describir por vasto y magnífico.

Decía el rey Alfonso X en la “Crónica General”: “¡Ay,Espanna! Non a lengua ni engenno que pueda contar tu bien”. Qué difícil es contar todo “el bien” de unos Moros y Cristianos, hablar de ellos siempre presupone un desafío por su riqueza y complejidad. Cómo pueden las palabras, con su esquemático y compartimentado significado, convertirse en transmisoras de esa infinita fertilidad, de esa amplísima versatilidad, de esa interminable prolijidad.

Sentir la palpitación acariciadora que ondula el pecho tibio de la Fiesta, es encontrar un inagotable filón de argumentos que ojalá fuese capaz de expresar con mis palabras. Me consuela acordarme de Azorín cuando decía aquello de que “sin escritores, aún los actos más laudables son de un solo día”.

Descendiendo a terrenos más prosaicos, ignoro si alguien pensará que no es conveniente airear lo que ocurrió el presente año con las capitanías. Seguramente habrá quien piense que una vez transcurridas las fiestas y después de un feliz desenlace de aquel drama recurrente e interminable, habría que echarle nata al pastel, ponerle la guinda y disfrutarlo, pero precisamente el cronista está para eso, para que las cosas no se olviden.

Lo cierto es que, como todos recordaremos, no hubieron futuros capitanes en la “Vuelta al Castillo” del año 1995. Después de innumerables reuniones y angustias, los Maseros lo encontraron en el mes de noviembre, pero los Chumberos lo hicieron cuando ya se oteaba l’Avís. Afortunadamente el presente año no tenemos ese problema, pero la Fiesta haría bien en arbitrar medidas que cierren la posibilidad de una situación semejante. Esa reunión a cara de perro que celebraron los Chumberos en el mes de marzo de 1996, podría haberse convocado en junio de 1995 si existiese la obligatoriedad de depositar en un sobre cerrado, por ejemplo, el nombre del futuro cargo antes de que dé comienzo la Novena. De todos modos, si ha de ser Capitán el Presidente de la Comparsa por ausencia de otro festero, que asuma el cargo con todas las consecuencias desde el primer momento, es decir la Vuelta al Castillo. Sea como fuere mi aplauso más ferviente y mi reconocimiento sin paliativos hacia ambos capitanes, ellos, en toda esta historia, son el más feliz y el más noble de los capítulos.

Creo que tendré pocas discrepancias si afirmo que los prolegómenos de estas fiestas, estuvieron animadas por la expectación creada con la juventud de la actual Comisión y la incertidumbre de ver cómo se desenvolvía, muchos de los nuevos miembros eran desconocidos como gestores. Aunque ya Gonzalo Cortés, el presidente electo, había hecho declaración de propósitos, tanto en sus palabras en la toma de posesión como en el “Saluda” de la “Revista de Fiestas”.

“Unamos las realidades y secuencias pasadas con las futuras, para que lo venidero encuentre una fuerza potenciadora desde lo anterior”.

Todo Ibi se entrega a preparar sus fiestas, una energía emergente desde la somnolencia estival comienza a impregnarlo todo, Ibi cambia su fisonomía, el Castillo a mediomontar obliga a los automóviles a rodear una de las arterias de la población, mientras que las guirnaldas de luces se desparraman por la localidad, cubriendo cada vez, un mayor número de calles, en un esfuerzo de nuestra Corporación Municipal por hacer partícipe de la Fiesta a más conciudadanos, los balcones se visten de colores e imágenes entrañables, el Casal Festero y el Ayuntamiento se suman a ello y por las noches, el fragor del agua de la fuente de la Plaça de l’Esglesia canta como una promesa de futuro, mientras la mirada de bronce de nuestro monumento llena de brillos metálicos las pupilas de los ibenses.

Pronto el Ayuntamiento se sumará a ese ambiente con la tradicional suelta de vaquilla y una programación de conciertos, entre los que destacó con luz propia el del  grupo“Ketama”.                                                                                                                                      Había algo invisible en el ambiente, algo que, sin embargo, podía ser claramente intuido. Cada año escribe una historia nueva en las caras, en los talantes y en los escenarios del Ibi festivo, así cada año la Fiesta, el monumento social más añejo y antiguo que poseemos, es nueva y recién nacida. Yo me atrevería a decir, sin excluir que la hubiera en otros años, que el presente dibujaba rasgos de ilusión, pintaba con pinceles de entusiasmo, y eso era, ya lo creo que sí, un buen precedente, no en vano decía Ralph Waldo Emerson: “Nada grande se ha conseguido sin entusiasmo”.

Por aquellos días se reunían un grupo de festeros y amigos en el “Casal Fester”, auspiciados por la Comisión, cuyo objetivo era recopilar todas esas experiencias que la organización de la Procesión había propiciado hasta la fecha, de modo que toda esas experiencias deviniesen un proyecto para que la Procesión se convirtiese en uno de los actos estrella de nuestras fiestas. En esa reunión se nombraba una comisión de unos festeros que se encargasen de llevar a buen fin ese proyecto, Ricardo Guillem, Vicente Barrachina, Antonio Martín, Paco Férez, José Fernando Milla, de su trabajo saldría una diagramación milimétrica del acto y una serie de instrucciones precisas, cuya efectividad en ese momento aún era una incógnita.

Los medios de comunicación que cubren la vida de nuestra localidad, comenzaban a hacerse eco de las futuras fiestas, así Información, Escaparate, La Verdad, Onda 15, Canal 39, Ciudad y la Radiotelevisión local, intentaban con mayor o menor intensidad captar la atención de una localidad en plena efervescencia.

Entre todas esas noticias que nos hablan del acontecimiento festero, aparecen otras que se refieren a nuestra localidad, el gaseoducto que atravesará nuestra localidad, la futura autovía que unirá Alicante y Alcoy, la construcción de dos nuevos polígonos, todas ellas de amplio espectro con referencia a Ibi, además de otras que producen una más que notable inquietud: “300 litros por metro cuadrado en la comarca”, “Gota fría en la provincia”, ”La lluvia desborda varios barrancos y obliga a cortar dos carreteras comarcales en Pego”.

Hay una preocupación latente entre los órganos directivos de la Fiesta, en el sentido de captar las voluntades del festero veterano. La Comisión reparte una carta en ese sentido, yo mismo escribí un artículo en Información. Quizá la preocupación por el descenso en el número de festeros de derecho, que no de hecho, había provocado que todos los esfuerzos se dirigiesen hacia el festero en potencia, el que aún estaba por llegar o estaba recién llegado, olvidando, al menos en apariencia, la problemática del que está en esa tercera edad festera que, cuando menos, necesita un estudio profundo, para que la Fiesta sea receptiva con su problemática, si es que existe tal. Por mi parte pienso que el problema, posiblemente más acuciante, es la acumulación de derramas en un mismo hogar. Las comparsas pudieran plantearse el dar facilidades en esos casos en que la concurrencia de varias derramas, imposibilita al padre el acceso a las fiestas, en beneficio de sus hijos. De todos modos y a la espera de esas medidas, me gustaría hacer un símil con unas palabras pronunciadas por el viejo músico Louis Amstrong: “El músico no se retira, para, cuando no hay más música en su interior”. Yo me atrevería a decir que al festero de verdad jamás se le agota la Fiesta en su interior.

Durante los días 23, 24 y 25 de agosto, las Camareras de la Virgen, procederían a exponer en la Ermita San Vicente, las sagradas prendas referidas por mi en el año anterior. En concreto el Escapulario de la Virgen y el Manto del Niño, ambas datadas en el 1856 y que habían sido restauradas por doña Vicenta Segarra, además de la confección de un nuevo manto realizado por el artesano Don Vicente Enguídanos, con brocado de oro entrefino, cosido a mano y con el dibujo tipo San Felipe según modelo del siglo XVIII. En resumen, una empresa que había costado la nada desdeñable cantidad de dos millones y medio de pesetas, sufragada con los fondos de la Cofradía y el montante de diversas donaciones entre las que destacaría la del Ayuntamiento con 800.000 pesetas,  destinadas a tal fin.

El día 28 de ese mes de agosto, la familia festera acude a una convocatoria que nos hace soñar con acordes intensos y colores de fantasía, al fin y al cabo, lo que ese día se desvela va a ser la referencia más indeleble de la edición festera, se trata, por supuesto, de la presentación del Cartel Anunciador y la Revista Oficial. El primero de ellos ya se conocía desde el día trece de julio, fecha en que se entregaron los premios y se inició la exposición en la Ermita San Vicente, el jurado que se había reunido el  día diecisiete de junio otorgó el primer premio al cartel presentado bajo el lema “Ibi en festes”, obra de don José Luis Soler Climent y don Jordi Molina Cambra. La Revista de Fiestas presentaba como novedad el diseño de una entidad corporativa de portada a última página, amén de dos nuevas secciones, una dedicada a la Virgen de los Desamparados y otra a cada una de las comparsas, era significativo el hecho de que la portada no era el cartel ganador del concurso como en otras ocasiones, aunque éste se encontraba presente en la primera página interior, el motivo era el de dignificar ambas obras por separado y que estuviesen dotadas de personalidad propia, sin condicionamientos mutuos y buscando la mayor coherencia gráfica y editorial.

El último día del mes de agosto la comparsa Chumberos iba a celebrar un interesantísimo evento festero en el Centro Cultural de la Villa, compuesto en su primera parte por un concierto de la Unión Musical de Ibi y en la segunda por la actuación del novel grupo de “xaramites i tabals Castell Vermell d’Ibi”, el cuál haría la presentación de la marcha “Paco Ximo”, dirigidos por don Benedicto Ripoll Belda. El acto de bellísima factura, con intervenciones de don Rafael Serralta, don Ricardo Palau  y don Santiago Cifuentes, estaría dedicado a su Capitán Angel Caceres Galera y al referido Francisco Pérez Cortés, “Paco Ximo”, que recibiría la distinción de “Chumbero de honor” a título póstumo. Decía d’Alembert que “La música que no describe algo no es más que ruido”, quizá por eso, las gentes de la Fiesta cuando quieren decir algo lo hacen con música, con nuestra música de Moros y Cristianos, eso cuyos acordes son la expresión hecha melodía de los latidos de nuestro corazón.

Aquí tu y yo sentados, alma, vamos a

                                       jugarnos la existencia sin prisa.

Que sirvan estos dos versos de Vicente Aleixandre  como un homenaje para esas personas, cuya huella de blanco estrellado, cuyo aliento de cola de cometa, cuyo brillo de pupila recién nacida, hablan a las almas de sus amigos, incluso cuando el silencio es el sonido de la profundidad eterna. Paco “Ximo”, Pepe, María José, ojalá que llenéis de paz, ojalá que insufléis la ternura y el sosiego, ojalá que colméis de melodías muchos  silencios futuros de todos esos amigos que habéis dejado aquí.

Mediando el Campeonato de Fútbol-sala  con la victoria de la comparsa Guerreros, llegamos a esa noche, en la que el sueño parece inminente, es la noche en la que tras un pasacalle de la Comisión de fiestas, las luces se encienden por primera vez unos minutos, es como si se quebrara la cotidianeidad, para que las notas y las marchas se abran paso en la espesa urdimbre del tiempo para abrir una puerta tridimensional al color y al júbilo. Todas las inquietudes del año parecen diluirse al amparo de una ilusión que se renueva cada edición.

Eso era el martes, día tres de septiembre, el día siguiente es el Primer día de Novena, y por ende la primera etapa del viaje crepuscular de nuestras fiestas. Ese día iba a tener un invitado excepcional, el Excelentísimo y Reverendísimo Monseñor don Vitorio Oliver Domingo, el cuál oficiaría en esa primera homilía dedicada a la Virgen. La Comisión de Fiestas se sumaría al Ayuntamiento y otras entidades en el   reconocimiento hacia el personaje, haciéndole entrega de la reproducción de nuestro Castillo.

A la salida del oficio, Ibi ya reviste sus calles con el manto ambiental del día grande, se enciende oficialmente el alumbrado y tras un castillo de fuegos artificiales, la Unión Musical efectuaría su tradicional pasacalle. Ibi, ahora, había pasado de ser la gran fábrica de sonrisas a convertirse en el más hermoso vergel de la alegría.

Siempre hemos echado de menos un mayor talante de confraternización entre los miembros de las comparsas. Este final de siglo, sin duda y entre otras muchas cuestiones que no vienen al caso, se caracteriza por un cambio profundo de valores y en las formas de relacionarse la gente, ello implica nuevos hábitos, nuevas actitudes, distintos comportamientos, una compartimentación del ocio que por supuesto no voy a entrar a valorar, pero que, es obvio, dificulta el contacto interpersonal. A principios de siglo, el hecho de pertenecer a una comparsa significaba identificarse con un ambiente, con un proyecto, con una idea, era como afiliarse a una orden seglar o a una determinada milicia, era adquirir un estilo que se desarrollaba todo el año. Esta especie de revolución social a que asistimos, a veces un tanto asombrados, hace que peligre esa deseable fraternidad entre festeros, y es evidente que un logro de este tipo no debemos permitir que se diluya entre la impersonalidad de otros alicientes más superficiales. En ese sentido, la inauguración por parte de la comparsa Tuareg de un local social, amplio, decorado con motivos festeros, demuestra una iniciativa que sin duda, marca un camino a seguir, ojalá que encuentre eco entre el resto de comparsas.

Hubieron palabras del presidente de la comparsa, del de la Comisión de Fiestas, del Sr. Alcalde y bendición del Sr. Cura Párroco, con un vino de honor al término de todo ello. El local había sido finalmente posible, gracias al trabajo de varios meses de muchos miembros de la comparsa y de las aportaciones económicas de dos años.

Ese mismo día, tendría lugar otra interesante iniciativa, todos los Capitanes festeros en vida, se reunirían para efectuar un pasacalle, asistir a la mencionada inauguración y celebrar una cena de hermandad. Probablemente estemos ante el embrión de una futura fuente de estímulos festeros.

El presente año se consideró oportuno cambiar la mecánica del concurso radiofónico, desapareciendo “la Trabucá”, ese programa que tanta proyección había encontrado en el mundo festero, para que naciera “La Diana”. El sábado anterior a fiestas, como venía siendo habitual en los últimos años, albergaría la final de este concurso en la Plaça de la Palla, siendo la comparsa ganadora “Los Almorávides”, los cuales demostrarían una mayor pericia en el manejo de los programas de fiestas, eje y argumentación del concurso.

 

EXALTACIÓN FESTERA, (sábado, 7 de setiembre)

 

La Fiesta tiene color blanco esa noche, de espejuelos que perlan el ambiente con un rocío de ilusiones. De ese color se visten las Abanderadas, rostro exultante de las comparsas, poema vivo alimentado de burbujas crepitando, junto a los Capitanes protagonistas estelares.

Los Capitanes levantan sus brazos, mientras se adivinan las lágrimas en un rostro incapaz de describir más emociones porque está experimentándolas todas. El aplauso de la Fiesta, representada en ese teatro, vestida de gala para agasajar el nacimiento de un nuevo sueño colado en bronce, trasparencias de esmeraldas y el centelleo ensangrentado de la hoguera de las auroras.

En este acto encuentra acomodo todo lo que habla al corazón, es la muestra de lo que la Fiesta escribe como íntimo y a la vez universal. En la Exaltación están los Capitanes, las Abanderadas, el reconocimiento al pasado y a su historia en ese homenaje a Capitanes y Abanderadas de hace veinticinco años, la entrega de galardones y premios hacia aquellos que vivieron los Moros y Cristianos durante todo el año, como lo demuestra la entrega a los Almorávides del premio conseguido al vencer en el concurso “La Diana”. Y además caben palabras, pasiones, danza, la música y sobre todo la “Virgen de los Desamparados”, ¿Qué más se le puede pedir a un acto?

Quiero recalar en unas palabras, entre un tesoro de ellas, que el Mantenedor Don Antonio Castelló Candela vertió y dedicó a Ibi:

“Eso que llamamos tradición, es aquello que recibimos y que legamos, es lo que constituye nuestra cultura de hoy, porque hay una memoria colectiva que es el don que recibimos al nacer por esas tres hadas que rodean nuestra cuna”.

A su vasta relación con los libros que lo convierten en un gran bibliófilo y profundo conocedor de los Moros y Cristianos, Ibi tiene que  sumar y agradecerle su amor por esta población, su devoción por nuestra Virgen y hermosas iniciativas como aquella Muestra bibliográfica festera del año 1991 y la magna exposición que titularíamos como Muestra iconográfica Mariana, así como el haber colocado el embrión de nuestra biblioteca festera.

Además de los expuesto, se hizo entrega de la “Escarapela de plata” a don Miguel Angel Masegosa Losa, el cuál entra a formar parte de ese pequeño grupo de festeros que hicieron del “Cabo de escuadra”, un arte y una creación personal, una forma de ofrecer al público un buen pedazo de su amor por la Fiesta, ya que sin sentirla es imposible dibujar en el aire todo ese mosaico de gestos embelesantes.

El presente año hubo algo excepcional en la programación del acto, se trató de la interpretación del sainete festero “Falta un mes i mig per al dia de l’Avís i encara no tenim Capitá”, a cargo del grupo “Ni pa hui ni pa demá”, obra escrita por don Salvador Pastor que contó con una sensacional acogida del público, ya que con el habitual sentido jocoso de estas piezas, se fue desgranando una buena parte de los tópicos, mitos y brujas de nuestro corazón festero, algo que hizo que todos nos sintiéramos retratados y en muchos casos, incluso, cariñosamente escarnecidos.

La Unión Musical dejaría constancia de su incombustible voluntad de progreso, que espero no se vea coartado por escasez de medios económicos. Año tras año preparan este concierto con el mimo que solo se le pone al cuidado de un hijo, y en cierto modo este acto es un poco el hijo artístico de nuestra agrupación musical, no en vano en ella se estrenaron la mayor parte de sus creaciones y vieron la luz la mayor parte de sus desafíos musicales, la educación musical festera de muchos de nosotros ha tenido mucho que ver con el tratamiento que la Unión Musical da a este concierto. En esta ocasión interpretaron un cuidadísimo repertorio que concluyó con ese prodigio de la música festera, que es “Un moble mes” de Julio Laporta.

Esa semana se cerraría con el XIII Concurso de “Guiñot i Cau”, “Chinchón i Dardos, que como es habitual ocupan el domingo anterior a fiestas el espacio de la “Plaça de la Palla”.

Entrando la semana se van incrementado los temas de Fiesta en todos los medios de comunicación, paulatinamente van apareciendo los sucesivos monográficos de las publicaciones escritas y las emisoras de radio y televisión aumentan la cobertura, preparando, como cada año, nuestra Radiotelevisión local su habitual despliegue informativo.

Dice el “especial” de “Información”:

“La Fiesta ibense se convertirá en un bello y grandioso símbolo de convivencia y fraternidad, en la que los nacidos en el municipio y los que han sembrado sus raíces en la villa juguetera comparten hombro con hombro la pasión por las tradiciones locales”.

Adrián Espí en el monográfico de “Ciudad”, habla de las fiestas ibenses de 1895, en las que al parecer no se celebran Moros y Cristianos, pero sí toda clase de espectáculos y funciones: Zarzuela, teatro, ascensiones en globo, pasacalles, funciones religiosas y toros. Recordando el curioso y poco conocido hecho, de que la localidad de Alcoy construyó una plaza de toros para el diestro Andrés Coloma “Clásico”, el cuál era nacido en Ibi.

También podemos leer esos días cómo, efectivos del Parque Comarcal de Bomberos de Ibi, atendieron un incendio en uno de los transformadores que abastecían el recinto ferial, concretamente en la Plaza de la Sarga

El Capitán Cristiano Don Juan Carlos Mira diría en una entrevista: “Este cargo será fruto de la amistad”, mientras que don Angel Cáceres, su oponente, afirmaba: “Voy a cumplir el sueño de todo festero”.

También se introducía una, un tanto esperpéntica, polémica que duraría hasta después de concluidas las fiestas, en cuanto a la viabilidad o nó para la retransmisión en directo por parte de la emisora “Canal 39” de las Entradas ibenses, polémica que se zanjaría con un permiso para retransmitir en diferido, solución que al parecer no satisfizo a los implicados, convirtiendo el tema en una especie de culebrón al intervenir otras publicaciones, exacerbando los ánimos con afirmaciones, comentarios y titulares que bien hubieran podido dar argumento a un sainete festero.

Quizá este asunto, para evitar futuros malentendidos, debiera abordarse por Ayuntamiento y Comisión de Fiestas, de modo que entre ambos se tome una postura lícita y contrastada al respecto, una postura que conjugue el respeto y el apoyo que en todo momento debemos ofrecer a nuestra Radiotelevisión que, durante todo el año, es soporte informativo de nuestra Fiesta, con los legítimos intereses comerciales de otras empresas. Quiero creer que en estos asuntos, existen en España, país europeo y occidental según tengo entendido, cauces y códigos legales por los que se rigen estas cuestiones.

Pero habían otros titulares y noticias mucho más inquietantes, en la mismísima mañana del jueves, el “Dia de l’Olleta”, el día que en teoría debieran haber comenzado el curso los escolares ibenses, viéndose obligados a retrasar el inicio del año escolar a después del “Descanso”: “Las previsiones en la provincia anuncian para hoy chubascos moderados o fuertes”. Ofreciendo además unas escalas de la intensidad en las precipitaciones del día anterior, en las que aparecían valores como el del Vall de Gallinera que había recogido 194 l/m2,  el de Torres con 220 o el del Vall de Laguart con 175, aunque en Ibi tan solo se habían recogido 11’4 litros.

De todos modos, ese ambiente y esa perspectiva barométrica, obligaría a los organizadores de la remozada Verbena del fester a trasladarla al Pabellón Deportivo Municipal, entre ansiedades y nervios a flor de piel, habida cuenta de la ilusión que se había puesto en el acto, el cuál iba a experimentar un profundo cambio, dada la coincidencia casi unánime de todos los participantes en la encuesta que durante el año se había realizado, y que entre otros temas que la Comisión de Fiestas se dispone a abordar, hacía incapié expreso en el escaso interés que despertaba este acto.

Esos apresuramientos no empañaron el éxito de la velada, la cual se había planteado con un cena de hermandad de todos los festeros por el módico precio de 1.000 pesetas, seguida de baile con cotillón y mesas para cada comparsa. Sólo encuentro una nota negativa, la incógnita por ver dónde se pueden colocar a todos los festeros en el año próximo, si como es de esperar el éxito del actual sirve de reclamo para el futuro.

 

JUEVES DIA 12: Último día de Novenario.

 

Ese día Ibi parece hervir, hervir de luz, de gente, de preparativos. El escenario ya está prácticamente dispuesto, las tribunas, el Castillo, banderas, alumbrado. Ibi ha entrado en ese ambiente especial en el que todo parece ir destinado a lo que se dispone a comenzar esa misma noche.

El Mercado, las pastelerías, los comercios en general se desenvuelven entre el revoltillo de las vísperas importantes. Encuentras gente llevando bandejas, descargando sillas, llevando un arcabuz, un alfanje o una “coca de flare” recién salida del horno. Comenzamos a disfrutar de los Moros y Cristianos.

Por la noche, la Plaça de l’Esglesia suena como un sueño a voces, el pincel de la irrealidad pinta de tintes excepcionales los escenarios, para que Ibi se acostumbre a zambullirse en un cuento.

Al finalizar el servicio de la Novena, parece como si una banderola diese la salida para un clima de creciente animación y regocijo que encontrará su cénit en esa misma jornada, poco más o menos hacia medianoche.

El Sr.Alcalde pronuncia su Pregón, convocando a ibenses y visitantes a un estado de alborozada felicidad, casi cataléptico, en unas jornadas en las que, según sus propias palabras, “la fastuosidad adquiere naturaleza cotidiana”. Tras izar la bandera, entonar el himno y el Cura haber pronunciado unas palabras, la alocución del máximo mandatario ibense expresa el júbilo que en ese momento tienen todos sus paisanos. Tras ese ritual se da la salida para ese hermoso acto musical en el que se presentan todas las bandas, precedidas por la de Ibi, ante la escalinata el Ayuntamiento, para desde allí iniciar un estimulante pasacalles. Minutos más tarde, cada banda regresará para recoger a sus respectivas comparsas y conducirlas a la cena.

El desfile de esa noche es una zarabanda jubilosa, en la que la realidad se enmascara con artificios salidos de los medios de comunicación o entre los más insospechados estímulos o intereses sociales del año transcurrido. A veces, la más insignificante ocurrencia, es propuesta para desencadenar la mayor  algazara y hacer pasar unos buenos momentos, tanto a los que lo participan como a los que lo presencian. Es cierto que se trata del más polémico y anacrónico de nuestro actos, pero ahí está, es lo que hemos querido que sea y mal que les pese a sus detractores, el público lo acoge de forma masiva. Ojalá que pronto, toda la música del acto, cuando menos, sea música de fiestas.

 

 

LA DIANA.

 

Decía Roger Bacon que “sin experiencia no se puede saber nada con fundamento”, las fiestas de Ibi, sí tenían, hasta hace tres años, una dilatada experiencia con el acto de La Diana, y es que había sido la más nefasta posible. Algo ha cambiado y lo ha hecho para bien, La Diana ha encontrado una razón de ser, una personalidad propia, un acicate para desearla, un motivo para quererla y les puedo decir que se va notando, sobre todo, en la progresiva afluencia de público, en el ambiente que allí se vive y que ya estimula a una buena parte de los festeros. Creo que los Moros y Cristianos de Ibi deben felicitarse por haberse reconciliado con el acto, sin duda, más maltratado de los que aquí se vienen celebrando.

De todos modos, todo no fue positivo el presente año, ya que la comparsa Maseros que por ser capitana tenía, lo que para muchos podría representar, la satisfacción y la ilusión de hacer esa primera “arrancada”, tuvo que salir al final del bando porque a la hora de formar no contaba con suficientes efectivos.

Por otra parte, no sé si en el reglamento de la Diana figura el número de componentes de la escuadra, yo recuerdo que cuando se promovió la recuperación del acto, se habló de que debían ser diez y el cabo, no se dijo diez o más, especificándose también de que si no habían diez la comparsa desfilaba al final del bando, si es que al llegar ese momento ya podía completar la escuadra, en caso contrario perdía su derecho a desfilar. Si esto ha de cambiar creo que debe hablarse, no debe abandonarse al albedrío de los organizadores que toque en ese momento, debe regularse por el bien de un acto que necesita un gran mimo si pretendemos dotarlo de la dignidad que merece. No creo que debamos permitir un trato descuidado ni excesivamente condescendiente, comenzaríamos a caer en el error que durante decenios relegó a La Diana a ser un acto de segunda fila.

La belleza de este amanecer festero es su rito riguroso, casi castrense, como la tradición lo entendió siempre habida cuenta de sus orígenes,  su condición de ser el primero de fiestas, de significar un gesto y una liturgia de sacrificio a la Patrona, al encontrarse con ella como primer paso del festero en los Moros y Cristianos. El brillo del sol reciente, esa coloración especial que adquiere la mañana cuando acoge el ondear de los trajes, los guiños blancos y dorados del corazón de los metales, las campanas, el humo de la traca, el himno del centenario, ese primer silencio rasgado por el pasodoble, el sonido hueco de una población que prácticamente aún está en el interior de sus viviendas. Es como esos instantes que transcurren entre el sueño y la vigilia, densos, mágicos y prometedores al tiempo, instantes en los que el primer rayo de sol atravesando los visillos, se tamiza en un millón de microscópicas partículas brillantes, como si se tratase de una senda que se abriera para llegar hasta el cielo. Así es y así debe ser La Diana, emblemática, diferente, llena de contenidos e intensa.

 

DIA DE LA ENTRADA.

 

El lenguaje eterno de la tierra, con la ofrenda de arbustos y flores que a través de su piel hace al mundo, la refracción de la luz que encuentra la fronda del árbol, el chorro del agua, el mismo viento que a través de su cuerpo inmaterial y traslúcido filtra el rayo solar. Ese código de verdes y amarillos irisándose de brillos infinitos es el vehículo comunicativo y estético de esta comparsa, nuestra, tan nuestra que bebe de la cotidianeidad de los minutos silenciosos de la historia, esa que no llena páginas pero que es la vida verdadera, sin hechos relevantes, sin acontecimientos sobresalientes, esa vida que comenzaba y casi sigue comenzando cuando alborea y solo concluye cuando nos vence el sueño.

El carro, los utensilios de labranza, los zaragüelles, los briales, perfume de espliego y volar de pétalos, hornamentos de madera y hojas de acero entre faldillas, polainas, calzas blancas, alpargatas y chalecos. Bordados que llevan el perfume de las manos calentadas  con fuego de olivo en la chimenea cercana.

El Capitán Juan Carlos mira, a pie con su callado orlado, como único signo de su distinción, vértice de una pirámide formada por sus amigos, las espaldas guardadas por una escuadra, todos ellos con trajes equiparados, totalmente armonizados, formando un conjunto escénico totalmente homogeneizado, propósito incuestionable del creador.

Maseros y Capitán se fundieron en un abrazo de fiesta, un cuerpo múltiple de infinitos lazos de colores vivos, magníficamente cerrados por el cortejo de la Abanderada,

Por cierto, magnífico derroche de imaginación de las Abanderadas, entre las que se vieron cosas ingeniosísimas y meritorias, valga el ejemplo de esa magnífica recreación de un mercadillo medieval de los Guerreros y el conjunto completo e imaginativo de los Contrabandistas, una comparsa que por su específica personalidad puede permitirse jugar un poco con la ortodoxia festera. Entre sus filas se estrenó en la calle el grupo “Castell Vermell” de xaramites i tabals, con la pieza “Balls de Nanos i Gegants, que es un arreglo de “Bene Ripoll”, así como la de “Sevillanas Boleras”, que estaba interpretado por un grupo de saxofonistas denominado “The Sax’s Music”.

Habían muchas expectativas y ciertas incertidumbres nacidas respecto a la renovación casi drástica del equipo de la Comisión de Fiestas, el inicio había sido bueno, allí estaba en la salida el nuevo Presidente de la Comisión en la subida de Santa Lucía, arengando y dando la salida a los cientos de festeros allí ya congregados, “Per Ibi i la Mare de Deu,avant l’Entrá”, era una especie de despedida del puesto que durante años había ocupado a pie de micrófono, estableciendo el turno de salida de las Entradas.

Un abigarrado y colosal tumulto multicolor se estiraba intentando tomar  forma de desfile organizado. El fulgor de los metales y ese pulular de rostros, muchos de ellos cubiertos por el maquillaje. Esa agitación  casi espectral de algo grandioso que nace entre esa confusión de brillos y cromatismos, tiene algo de esotérico, es la mística del ensueño, tantas voluntades confluyendo en una alegría que explota en guirnaldas imaginarias para rebosar felicidad a su paso.

Lentamente la Fiesta se adueña de la calle, todo el mundo se encuentra ya en sus tribunas, en la del Ayuntamiento se ven rostros conocidos como en del exministro de Economía Pedro Solbes.

La magnificencia se muestra como un universo de sedas, brocados y plumas interpretando una fantasía. El humo del incienso anega el sonido orondo de los tambores, pífanos y atabales que se convierten en la voz grumosa y espesa de la tarde, tamizada por la eclosión de una quimera materializada capaz de hacer olvidar cualquier otra cosa. Un balanceo galvanizador tal como un gran péndulo de color amalgamado que se regodea raptando los sentidos de los espectadores.

La marcha “Paco Ximo” interpretado por el grupo “Castell Vermell” veía la calle por vez primera. Angel Cáceres Galera montado sobre las patas de un enorme escorpión articulado parece adueñarse de las luces y los balcones, tras él sobre el tronco del figurado animal se erguía la Abanderada. Ambos destacan incluso sobre las figuras de   los jinetes, parecen estirarse en su majestuosidad como si de verdad recibieran a Ibi, en lugar de ser recibidos por él.

Comenzaba la tarde de los espejismos, del ensueño, una creación estética interpretada y concebida por las gentes de esta localidad, la cual es reconocida por derecho propio como capital del ingenio y fábrica de los sueños, sus Moros y Cristianos por ello no pueden ser de otro modo, decía Henri Frédéric Amiel, “Cualquier paisaje es un estado del espíritu”, así pues, si Ibi crea belleza es porque su espíritu la contiene. Las Abanderadas y sus boatos son bellas páginas que parecen salidas de los grabados orientales, son grandes filigranas que como su joya más preciada llevan la Comparsa.

A la llegada de los Almorávides a la tribuna capitana, la noche se había apoderado de todo menos del júbilo, los Argelianos salían ya de noche desde el principio. Se encienden todas las bombillas y es como si metales, perlas y colores reventaran de brillos inventados para esta ocasión. Las calles parecen entrar en erupción, son como un espejismo incapaz de ser descrito.

Ni siquiera el silencio es capaz de ahogar ese estado, mezcla de ilusión y satisfacción, que se crea cuando finaliza la Entrada, aún queda noche para beberla a pequeños sorbos.

 

PRIMER DIA DE TRONS.

 

Pero en la tierra no hay nadie

que esté solo si está cantando.

 

Esta mañana musical se filtra por las ventanas con el paso de las bandas por las, aún, desiertas calles. Es como llamar a la vida, a la felicidad compartida ,  a un ensalmo de almenas estrelladas que cabalgan sobre nubes imaginarias, a un pase mágico de lirios y rosas blancas que se amalgaman con el viento. En los bellos versos del inmortal sevillano Rafael Alberti, se esconde el espíritu de la fiesta, esa fiesta que se entiende como vehículo para hermanar a la gente, como ecuador entre pasadas desazones y nuevas alegrías. Ese poema, cautivador como todo los suyos, comenzaba con estos dos versos:

 

Creemos al hombre nuevo

cantando.

 

Ojalá que ese estado de fraterna alegría sea revulsivo y compromiso futuro para los ibenses. Es en ese mismo poema que dice Alberti:

 

Al árbol lo acompañan las hojas,

y si está seco ya no es árbol.

 

Al pájaro, el viento, las nubes

y si está mudo ya no es pájaro.

 

Si el niño no canta, no es niño. Si el niño no juega, no es niño. La risa, la canción, el juego son niños que jamás envejecen en los corazones de los que ríen, cantan y juegan. Por eso, el mediodía que descubre el Desfile Infantil es un jardín de canciones, juegos y risas que florecen una a una, generosas, a borbotones. Entre cascos y turbantes, con esa dignidad que les confiere el ser actores de la mas increíble representación y el más hermoso rito que nadie es capaz de imaginar.

Ya no están solos los Maseros en su afán de hacer grandioso este desfile, a ese ingenioso alarde de grandes marionetas de maseras y maseros, se unirían otras comparsas como Chumberos, Tuareg, Almogávares, Cides, intentando darle carácter al momento estelar de los más pequeños.

Hacía veintiseis años que Cipriano Mira “el tío Cagamistos”, se subía al Castillo para representar la Entrada del Contrabando, el presente, su avanzada edad, así como la de su esposa, han tenido mucho que ver para que no pudiera seguir su emblemático cometido. De ese modo, el “Soc el tío Cagamistos, Borinot”, se vio sustituido por el “Soc el net del tío Cagamistos, Borinot”. Carlos Mira Pina consumaba la sucesión entre el cariño de un público que veía cómo la Fiesta es un ente vivo, que se genera y se regenera minuto a minuto, como si de un cuerpo biológico se tratara, haciendo de la creatividad de un pueblo, motivos interminables de satisfacción.

La tarde abre su pecho de fuego y pólvora a eso de las cinco. Se forman las hileras de los arcabuceros dispuestos a la batalla, a una batalla perfectamente sincronizada de disparos correlativos e ininterrumpidos, entre los que destacan la rotundidad de ambos Capitanes en su encaro, desde el corazón de la cadena humana, justo donde se encuentran ambos bandos, mientras a una punta y a otra los dos “Cops” apuñalan la letanía de disparos, haciendo que de sus arcabuces brote una verdadera tormenta de azufre y llamas. El “Cop” argeliano, Fernando Beneyto Sanchís, quemaba entre los tres disparos 78 kilos,  que unidos a los 35 kilos de los Contrabandistas Rafael Valls Serrano y Angel García Guillem, suman una nada desdeñable cifra.

La Embajada el Moro es el epicentro de la dramatización, que es  al fin y al cabo de lo que se tratan estas tres jornadas, en las que miles de actores festejan y conmemoran a su propia historia y se encomiendan a su venerada Patrona. Al final de la misma, el pabellón de la media luna ocupará la almena más alta del Castillo.

Carolina, el personaje de Alejandro Casona decía: “El Danubio no es un río, es una melodía de agua”. La Ofrenda de Flores es una melodía vegetal que fluye en un cauce de Fiesta. Primero las comparsas capitanas, después el resto de comparsas, finalizando con distintas entidades que se quieren sumar a este evento, como son asociaciones de vecinos, Cruz Roja, Policía Municipal, etc., terminando con la Comisión de Fiestas que cierra el desfile. Al final, una riada de gente ocupa las calles que se muestran más hermosas y deslumbrantes cuando apenas se ve su asfalto, cuando rostros y sonrisas son su color y su ornamentación. A no tardar, el Cura inicia una oración que se embelesa de agua gorjeando en la fuente, con olor a millones de flores arrebujadas a los pies de bronce del Monumento.

Esa noche tiene el ritmo de una imaginaria ola, cuya frente de espuma se empapara de paz húmeda, de un rocío que se nutre del inmenso azul para buscar su destino, una imaginaria ola que cabalgara a lomos del tiempo, de un tiempo que se niega a detenerse, pero que se suspende en una mística de la fascinación, seducido por el hechizo de miles de miradas llenas de gozo.

 

DÍA DE LA PROCESSÓ:

 

El amanecer es una palabra con sílabas musicales que convoca un estado del espíritu, donde moja el sol sus pinceles para dibujar la mañana. Hay que ver a Ibi desde el cerro de Santa Lucía, cómo sale de las caricias umbriencas de una mano difuminada y levanta su coro de tejados rojos y paredes blancas para acercarse a ese ateneo de terracota y sangre que abre su telón en el cielo.

A los pies de la ermita ya ha comenzado la captura del “moro traidor”, mientras que en la ladera ya hay algunos arcabuces que dirigen sus cañones al cielo, quizá para que el fuego de sus armas contribuya a esa erupción de colores que está desbordándose en el cielo. Minutos después una espesa humareda quiere entrelazarse con los rayos de un sol que ha tenido que fundir sus brazos para rasgar el velo de la mañana. Las calles más altas de la ciudad son el centro de la batalla, delante y detrás de su cuerpo inflamado, las Abanderadas remiten a los espectadores a un realidad de música y fiesta que parecía haberse embrujado en fuego, humo y reflejos dorados.

Antonio Martí Martínez representó el presente año al Moro Traidor durante el Juicio Sumarísimo que a continuación celebran los Chumberos. Quiero hacer notar el mayor cuidado que esta comparsa ha puesto el presente año, en la ejecución de un acto que cada vez tiene más incondicionales, repleto de pinceladas y curiosidades de la Fiesta, lisonjas que el público espera escuchar.

Precisamente este año, Santiago Cifuentes, que durante muchos años contribuyó decisivamente en la elaboración de estos textos, escribió interesantes líneas en la Revista de Fiestas, sobre personajes del alborear de este acto, ojalá que en futuras entregas se vaya conociendo mejor la trayectoria de tan curioso momento de nuestros Moros y Cristianos. En fin, con el preceptivo tiro de gracia, dio comienzo el cortejo funerario que recorre todo el Carrer Les Eres.

El Orfeón Nuevas voces de Crevillente consiguió crear ese ambiente de recogimiento y acercamiento a la Patrona, durante la Solemne Misa Mayor, apoyado por las flores y la presencia de las banderas ante el Altar donde Ella aguarda impaciente su visita anual en ese día. Ese día el cortejo de salida de las Abanderadas y Capitanes, cuando descienden la escalinata y se dirigen hacia el Ayuntamiento, es totalmente multitudinario, la población a esas horas ya hierve porque es el día en que Ibi celebra a su Virgen de los Desamparados.

Por la tarde, los participantes en el disparo, se disponen a vaciar sus cargadores en una última batalla, en la que hay que echar los últimos arrestos. Esta última Batalla de Arcabucería, sigue el mismo itinerario de la Guerrilla de esta mañana, a su finalización, con los rostros chamuscados de los contendientes y las gotas de sudor brotando generosas de las frentes, el Embajador Cristiano se acercará al Castillo para conceder una última oportunidad al Moro, éste, por supuesto, preferirá luchar hasta morir y poco después, los cristianos izarán su enseña.

Ese el momento en que comienza la esperada “Vuelta al Castillo”, la decepción del año pasado se correspondió en el presente con una aliviada satisfacción, ya que, solo faltó, en ese momento, aportar nueva Abanderada a la Comparsa Beduinos que, sin embargo, a lo largo de la noche consiguió cubrir el cargo y aunque finalizada ya la vuelta oficial, consumó el ritual envuelta en risas y júbilo como no podía ser de otro modo. Los Capitanes del año próximo serán don Manuel Blázquez Moraleda por los Tuareg y don Manuel Gómez Calcerrada Suárez por los Cides.

Se había hablado mucho de la Procesión, se había escrito también, durante años se le habían dado muchas vueltas a este supremo acto de nuestra Fiesta. Hay una frase de Nills Bohr que dice así: “Un experto es una persona que ha cometido todos los errores que se pueden cometer en un determinado campo”

Seguramente por eso, la Comisión de Fiestas acertó llamando a distintas personas que habían trabajado en los últimos años en la Procesión, junto con otros que por cualquier circunstancia son profundos conocedores del tema. Se les rogó que colaborasen entre ellos y, a juzgar por las lágrimas de alegría que derramaron en la Plaça de l’Esglesia cuando entraba la Imagen, estoy seguro que será una de las mayores satisfacciones que habrán experimentado en sus vidas. La Cruz abrió el camino de la Virgen, llegando con una hora de adelanto sobre el más optimista de los horarios manejados desde siempre, sin que se produjeran descosidos humanos por ninguna parte. Ibi se convirtió en un puñado de calor al regazo de su Patrona, ojos, respiraciones, latidos, sentimientos, flotaron en un limbo de amor y sosiego. Las luces iluminaron algo más que seres, encendieron un rescoldo de miles de pequeñas hogueras que convirtieron a Ibi en un gran hogar en cuyo seno nos reunimos todos. Ojalá que sucesivos años nos demuestren que no fue una casualidad.

Cuando ya los Moros y Cristianos tocan a su fin y el campanario de la fiesta cotidiana llama con su voz célibe de ánfora vieja, uno recupera los sueños de cada día, incorporando un rocío de pequeñas perlas tornasoladas que llenan de melodías y luz las oscuridades futuras. La Fiesta nos habla de sentimientos fraternales, de una felicidad espumosa, nos hace revivir ese corazón de patria chica un tanto olvidado por la globalización de la vida actual, nos descubre múltiples tesoros del espíritu etéreo que nos rodea, del espíritu de los que nos rodean, es una alegría que hace pueblo. Me decía mi compañero de comparsa y amigo Juan Enrique Palacios: “El sentirme unido a las fiestas me hace sentirme más ibense cada día, de hecho, para mi, ser festero es ser ibense”. No quiso decir que aquel que viste un traje es el único festero posible, Antes bien, lo que dijo es todo lo contrario, yo lo entendí perfectamente, metía en el saco de  la Fiesta a los que visten traje y a los que no, ya que todos los papeles de la representación, espectadores y actores de los Moros y Cristianos, hacen su contribución a esa exaltación de las virtudes locales. En realidad Enrique hablaba de algo mucho más profundo, algo que no excluye si no que aglutina, el espíritu de comunidad, algo que nos hermana y en lo que los Moros y Cristianos tienen mucho que ver por ser nuestro vínculo más indeleble con nuestro pasado, nuestro futuro y nuestros paisanos.

Quiero sentirme cerca de mis paisanos cuando ríen, también cuando lloran, cuando sueñan, cuando viven sus propias fantasías, cuando cantan, cuando sudan, cuando aprenden, cuando enseñan, cuando hablan, cuando callan, cuando me miran, cuando me dan la espalda. Quiero sentir cada gramo de ilusión que regaláis, quiero dejarme seducir por vuestros delirios, quiero apoyaros en vuestras penas, que cada lágrima vuestra sea un verso dibujado en el viento de mi pueblo.

Quiero que esta Fiesta que terminó ese domingo de septiembre, cuando la Virgen de los Desamparados tocaba con su corona la punta de cada una de las estrellas que miran a Ibi, sea el prólogo de un tiempo nuevo para mis paisanos y para mi. Quiero que la Fiesta comience de verdad cuando la Madre de Dios suba la escalinata de la Iglesia y no al revés.

Quiero convertir mi vida en un aprendizaje infinito gracias a todos los valores que la Fiesta derrocha en solo tres días. Ojalá que no pasen de largo y queden desapercibidos.

Felicidades por vuestros Moros y Cristianos.

 

 

JOSE MARÍA RAMÍREZ MELLADO

Cronista Oficial de Fiestas de Moros y Cristianos de Ibi.

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