Origen de la festa

Origen de la Fiesta de Moros y Cristianos
Me pregunta Armando Guillem por el origen de las Fiestas de Moros y Cristianos.
La primera vez que aparecen los términos «Moros y Cristianos» es en 1796 ya que en se anota, el 23 de octubre de 1796, en el libro de actas del gobierno municipal la siguiente orden: «de conformidad nombraron por Capitanes para la función de Soldadesca de el año que viene de mil setecientos noventa y siete á (sic) Francisco Bornay de Cristianos y a Serafín Albusá de Moros. Por Alféreces a Josef García de Jerónimo de Cristianos, y á (sic) Francisco Servent y García de Moros». Este acta municipal está depositada en el Archivo Municipal y se puede consultar.
Para Bernardo Guillem, en su libro «Estudio sobre el origen y la evolución de las Fiestas de Moros y Cristianos de Ibi», el origen de las fiestas se retrotrae a 1630 cuando se hacían fiestas en honor a San José para que este protegiera las cosechas y que se siguieron celebrando hasta primeros del siglo XVIII. Pero el año 1797 es el año clave porque las fiestas pasan a ser de «Moros y Cristianos», se obtiene el permiso real para poder disparar armas de fuego en modo de alardo por las calles del pueblo y ya cuenta con muchos elementos que perviven hoy en día: la pólvora, la música, la bandera, los bandos enfrentados, el patronazgo de la Virgen de los Desamparados o el Novenario que entonces se rotaba por las calles que tenían un altar devocional callejero dedicado a un santo.
Finalmente, en 1797, hay un texto que describe las fiestas de Moros y Cristianos de Ibi, un texto incluído en la petición del pueblo de Ibi ante el Rey Carlos IV para que permita la celebración de los alardos de pólvora que se habían prohibido en 1771. Dice el texto: «siendo los festejos con que han obsequidado siempre a la Señora y sus Santos, además de las funciones de Iglesia en iluminaciones, y otras sencillas diversiones, Fuegos, y Soldadesca, para lo qual se formaban algunas compañías de tiradores, precedidas de un Capitán que nombraba el Ayuntamiento, los quales hacían sus descargas a trechos proporcionadas en las calles y plazas de aquel Pueblo (de Ibi), sin que jamás haya habido en nunguna cosa de ellos el menor desorden, desgracia, ni desazón alguna…» Carta de Domingo González Espinosa al Rey Carlos IV en nombre del Cabildo o Consistorio Municipal de Ibi en 1797.

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